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¿Por qué empresas y trabajadores no opinamos lo mismo sobre la formación? Un hecho a considerar es que los trabajadores damos más importancia que nuestros empleadores a la formación, internamente gestionada.
Desde Richard Florida no cabe duda de que los trabajadores también somos un grupo de interés con criterio en el ámbito de la deseabilidad empresarial, lo que ha dado como resultado la preocupación, cuando menos verbal, de las empresas por atraer y retener el talento.
Atraer y retener el talento pasa por la oferta de valor que los empleadores estén dispuestos a articular para configurar sus equipos. En ella se contiene –también, aunque no solo- la importancia de hacer carrera, evolución que requiere formarse para aprender y desarrollar el perfil competencial idóneo -escaso- que aquella empresa demande.
Un reciente estudio de Tea-Cegos, nos da la razón: tomarse la iniciativa de incrementar el nivel de adquisiciones se cifra, en un 67% de los casos, a favor de los trabajadores, mientras que dicha iniciativa corre por cuenta, (sólo) en un 28%, de los equipos de formación de la propia empresa.
Un diferencial que explica la distinta perspectiva que supone albergar la expectativa de promoverse o gestionar los apoyos para ayudar a progresar (Ayúdame y te ayudaré).
Pero, entre otros muchos, hay datos curiosos –dejaré el elearning para otra ocasión-, como por ejemplo, el que avala el interés de los trabajadores por formarse, toda vez que el 76% estaría dispuesto a emplear su tiempo libre para formarse y un 53% asumiría financiar –entiendo que en parte- su propia formación.
La cuestión está en si la formación recibida por mediación de la empresa es verdaderamente útil y representa una adquisición de valor para los trabajaores y para la empresa, asunto que hay que considerar desde dos perspectivas: incrementa el valor interno del trabajador y/o aumenta su valor de cambio en el organigrama. ¿Y en el mercado del trabajo?.
Con seguridad, cada uno de nosotros hemos disfrutado (trabajado) de numerosas acciones formativas en el transcurso de nuestras carreras profesionales, pero nadie nos preguntó ni alguien nos exigió aplicar lo aprendido al trabajo, salvo en cursos técnicos dirigidos a adquirir alguna destreza técnica o a conocer alguna operativa concreta.
Lo que llegamos a vislumbrar los formandos en la empresa es que entre la anecdótica cumplimentación del anacrónico cuestionario de satisfacción –sobre el que uno nunca recibe feed-back y mucho menos personalizado- y el seguimiento y creación de las condiciones para la aplicación y aprovechamiento de las nuevas adquisiones, en el propio entorno funcional, distan años luz, pues no conozco caso en el que se evalúe la transferencia de los conocimientos adquiridos como dato de eficiencia (formativa) ni como ratio para determinar el retorno de la inversión ni tan siquiera como variable para fijar la utilidad de los esfuerzos invertidos en formación.
Da la impresión de que los gestores de la formación en las empresas se limitan a tramitar contablemente la ejecución de acciones formativas en vez de fundamentar sus SLA’s (y su razón de ser) en el acuerdo implícito con los trabajdores, para su desarrollo, y en el compromiso empresarial de hacer germinar el talento para aplicarlo en el incremento del rendimiento organizativo.
Viene a colación reformular la ley de Mooers:
Las adquisiciones dimanadas de una acción formativa tenderán a no ser aplicadas por el trabajador, a su función, cuanto más dificil sea y más ‘molesto’ les resulte a los gestores de la formación establecer el transfer de la formación a la función.
Por algo será que, en primer lugar –según el estudio antes citado- se demandara –si se pudiera (26%)-, formación para adquirir eficiencia profesional, mejorar la comunicación y ampliar el abanico idiomático, seguida muy de cerca (24%) de la formación técnica específica para el puesto.
Por algo será.
© jvillalba
El día 26 me quedé pensativo según avanzaba en la lectura del artículo titulado “El e-learning se abre paso en las empresas”, publicado por Dossier Empresarial. (¡Largo me lo fiáis, amigo Coriolano!, que le espetaría Juan Valdés en el “Diálogo de la lengua”).
Según el articulista, en referencia a un estudio de Deloitte, un 23% de las empresas encuestadas han puesto en marcha su propia plataforma e-learning, si bien sigue siendo mayoritariamente promovida la formación presencial por parte de las empresas (65% de los programas; frente al 35% de la formación bajo una modalidad a distancia).
Créanselo, todavía -en 2010- el gran desarrollo tecnológico experimentado en el mundo se aprovecha insuficientemente por parte de las empresas españolas.
Recientemente estuve analizando la implementación de una plataforma e-learning en una empresa del sector servicios y me quedé extrañado porque, tras evolucionar por un espacio inusable, comprendí que se trataba de un alojamiento para cursos y ya está, por lo que decidí cotejar mis primeras impresiones con los responsables de la misma.
Les pregunté por el modelo educativo que supuestamente estaba detrás, pero no había tal. Les interpelé si pretendían disponer exclusivamente de un espacio para alojar lecciones tipo texto o si también pretendían crear una comunidad educativa aglutinada bajo la idea de un e-campus con propuestas de valor añadido; no lo habían pensado. Y así, una sucesión de interrogantes que, sorprendentemente en la fase de ensayo, no habían sido concebidas ni tan siquiera en el funcional del proyecto.
¿Qué objeto persigue esta plataforma? ¿Qué necesidades cubre y cómo las satisface? ¿Cuál era la oferta de valor? ¿Cuál su interés para el alumnado? ¿A qué profesionales se destina? ¿Qué oportunidades ofrece? ¿Cuál es el valor diferencial con respecto de las acciones presenciales al uso; es decir, puntuales? Dicha ausencia de modelo, ¿cómo se alinea con la estrategia, cómo refuerza la consecución de objetivos, con qué otros planes de empresa converge? ¿Qué se va a conseguir con ello en términos tanto de adquisiciones como de retorno en los puestos de trabajo?… Y un amplio etcétera de considerandos que quedaron sin respuesta, aunque… se tomaron nota de ello.
He conocido diferentes plataformas y en materia como ésta la verdadera diferenciación y el aporte de valor no descansa en la tecnología, que es muy similar en usos y funcionalidades, sino en el modelo educativo en el que se sujeta el edificio formativo y en el grado de personalización y de interactividad con el alumnado, lo que conduce a planteamientos radicalmente distintos.
Por anotar una curiosidad, hace unos días también discutía lo que considero un error de concepto de un supuesto modelo educativo denominado “100% on line” que impedía la descarga de materiales pedagógicos a los alumnos, obligándoles a permanecer dependientes (100×100; de ahí la tilde) de la conexión y de las pantallas de sus ordenadores, sin posibilidad siquiera de estudiar las materias off line y sin referencia complementaria alguna, pero con un dudoso sistema de tutorías de grupo con interacciones uno a uno.
Mientras hablamos de éstas prístinas etapas de las políticas de desarrollo del talento de algunas empresas, hay quienes habiendo creado un marco para la implementación de tecnología social en el ámbito del aprendizaje significativo [La red 2.0 atrapa la formación] siguen insatisfechos investigando otras posibilidades como el t-learning, buscan involucrar al alumno en su propio aprendizaje co-learning o se plantean la utilización de Skype con fines educativos, como por ejemplo hace la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Barcelona, o se están planteando, por poner el caso, cómo aprovechar el microbloging en el ámbito de la enseñanza.
© jvillalba
Desde la enseñanza programada, pasando por los estudios por correspondencia, la enseñanza asistida por ordenador (EAO) y la genéricamente denominada educación a distancia, hasta llegar, en virtud de los avances tecnológicos, al llamado elearning, mucho ha llovido.
Ahora el auténtico aprendizaje soportado en plataformas virtuales no sólo es una realidad, sino una oportunidad que trasciende a las antiguas limitaciones que nos imponían tiempo y espacio, tanto que la oferta educativa resulta amplísima y sólo se necesita un PC convencional y una conexión a Internet para entregarse al estudio.
Desde los años 70 –que yo sepa- hasta hoy han habido y hay –cada vez menos- detractores de esa modalidad de educación que todavía se denomina a distancia. Y es que parece que seguimos teniendo esa ancla psicológica de la dicotomía que nos lleva a comparar una y otra cosa en un infructuoso intento de elegir por comparación, cuando de lo que se trata es de aprovechar el efecto de la complementariedad que permitirá optar –en este caso- por una u otra modalidad sobre la base de los particulares intereses.
Así, el elearning no es una modalidad apta para cualquiera, pues se necesita primero tener un verdadero interés por aprender y haber desarrollado cierto grado de madurez para autodisciplinarse y establecer un repertorio de rutinas de estudio. A partir de ahí, el trabajo en campus virtuales ofrece un conjunto de fortalezas muy dignas de tenerse en cuenta, entre otras: el alumno puede estudiar en su casa y organizar su tiempo como mejor le convenga; no necesita desplazarse a otro lugar ni concurrir a la misma hora; tiene a mano los materiales de estudio y cuenta con acceso a numerosas fuentes de información para completar sus paquetes informacionales e ir superando temas y unidades; cuenta con un itinerario de aprendizaje personalizado; realiza pruebas de conocimientos, trabaja casos prácticos individualmente y en grupo; interactúa en tiempo real o en diferido con tutores y alumnos; tiene ocasión de participar dudas, obtener feed-back, reformular repuestas y exponer conocimientos; así como también tiene la oportunidad de compartir e incorporar conocimientos y perspectivas aportados por el resto de los alumnos, con quienes se puede relacionar on/off-line…
Así, el elearning permite unos grados de libertad que facilita adaptar el ritmo de aprendizaje a las circunstancias del alumno y fomenta el aprendizaje autónomo.
El conocimiento reside en las personas, pero para llegar al conocimiento primero hay que informarse, proceso en el que resulta preciso seleccionar la información, relacionarla, fijar la relevante y asimilarla para hacerla propia y poderla convertir en aprendizaje, pues el conocimiento es aprendizaje en acción (competencia metacognitiva: aprender a aprender).
Recientemente ha tenido lugar en Madrid (24 y 25 de febrero) el Congreso Internacional y Feria Profesional EXPOELEARNING 2010 “… un evento internacional especializado en elearning que se ha consolidado como la mayor feria comercial que se realiza en España dedicada al sector de la formación on line”, promovido por AEFOL, y cuya próxima edición tendrá lugar en Lima del 7 al 9 de julio.
En esta novena edición, el programa Foro de Recursos Humanos, que lleva 8 años en antena y del que es director Francisco García Cabello, ha sido galardonado con en el Premio AEFOL Comunicación 2010, asunto del que se ha hecho eco hoy Gestiona Radio (94,8 FM).
Mi enhorabuena para ‘Fran’ y su equipo.
© jvillalba
[Nota de prensa] http://www.aefol.com/archivos/dosierprensaEXPO10.pdf
Caja de luz, arena y banda sonora… para contar una historia. Un ejemplo de talento que le debo a una amiga.
Gracias, María.
© jvillalba
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