En el centro de nuestros universos, un año más el ciclo se renueva brindándonos la ocasión de mirar hacia atrás, de comprender el pasado, de mirar hacia adelante, de hacernos dueños de los nuevos destinos que nos fijemos.

Ahora, hoy, cuando el receso navideño nos permite reposar por unos instantes nuestras miradas, mi invitación de este año no es otra que sugerir un tiempo para caer en la cuenta de lo cercano, de lo más próximo, de lo inmediato.

Quizá descubramos que, en términos de balance final, cuente más reparar en la llama que alimenta nuestros corazones que dejarse guiar por esa luz -tal vez inquietante- del final del túnel.

¡Feliz Navidad! Y próspero Año Nuevo.