Por la experiencia que tengo en plataformas creadas para el aprendizaje on line, empiezo a pensar que, si bien por un lado nos aprovechamos de la ventaja que representa dirigir tu propio aprendizaje, y a tu ritmo, numerosos tutores al frente de la gestión e impulsión del aprendizaje de los alumnos fracasan en su responsabilidad.

Animar, orientar el aprendizaje, estar presente -y al quite- para educar al alumno, tutorizar efectivamente los trabajos, aprovechar el feed-back oportuno y secuencial, personalizar la enseñanza -al ritmo de los alumnos, espoleando-, tutelar conclusiones de grupo e individuales, enriquecer las aportaciones de unos y de otros -reformular el conjunto-,  no está, por lo que se ve, en la interpretación que hacen de sus responsabilidades estos tutores anclados en las rutinas 1.0; o ejercerían su papel con otro ‘lustre’.

Hay plataformas y sistemas de educación on line para todos los gustos y parece que algunos gestores, que supuestamente lideran una comunidad educativa, ceden la importancia a la plataforma y claudican de la suya limitando su papel a pequeñas actividades testimoniales y, frecuentemente, de dudoso valor educativo, que es el ‘añadido’ exigible.

Tal y como lo veo –y ahora que está ‘de moda’ adjetivar hasta el hartazgo con el desgastado numeral: 2.0- el director de un curso on line viene a ser como un social media manager de la educación, mientras que los tutores modulares son algo así como los community managers del aprendizaje, que se van turnando por especialidades a medida que el programa avanza.

¿Pero avanzan los educandos? Muchas plataformas se limitan a lo mínimo: carga de contenidos (mayoritariamente en ficheros pdf; los más avanzados cargan presentaciones, podcast y, unos pocos, de vídeo –parece lucido, pero no resulta lúcido quedarse ahí-), mínimas intervenciones de los tutores, que suelen partir con la petición de presentaciones (me parece una demanda decimonónica -¿no obra a la vista el perfil de los estudiantes?-) y se siguen con la propuesta de una pregunta a debate con fecha de término, debate del que ellos mismos se hurtan o desaparecen dejando que la comunidad desarrolle una dinámica de grupo por sus propios fueros, que numerosamente suelen ser erráticos.

Así, el grupo de aprendizaje va avanzando sin dirección ni concierto. En unos grupos la participación escasea; en otros sucede todo lo contrario, se infoxica la plataforma de contribuciones atinadas, otras laterales, aún otras descarriladas y otras divergentes, incluso, como si se tratara de una carrera para ver quien corre o sabe más. Así en vez de centrarse el objeto de estudio, los alumnos se aburren y se dedican a interactuar por cualquier vía, diagonal o no, cargando numerosos comentarios, archivos, referencias bibliográficas, URL’s… creando ansiedad en otros que no llegan a evacuar el exceso de dispersión sin que alguien, el gestor, ponga orden.

Pero entre tanto hay que hacer un test o hay que presentar un trabajo o hay que haber intervenido tantas o cuantas veces (agregando valor o no o, también, repitiendo lo dicho por otros como si fuera propio) y hay que haberse leído lo que toque…  Hasta ahí, más o menos bien, pero la ausencia se nota y en algunos casos es tan manifiesta que ni se contestan las dudas directas expuestas por algunos de los alumnos. Pero hasta ahí, más o menos bien…

Llegan los trabajos de grupo, en plataformas más complejas o más simples (las hay hasta disfuncionales),  y a ponerse a balbucir porque ahí el alumnado falla.

La gente, tanto en los grupos productivos como en los más pasivos, se ve que coinciden en no saber cómo afrontar el trabajo, pero eso sí, las consignas son mínimas, el tutor desaparece hasta la fecha de la nota y la mayoría ni la explica, pero la ponen.

Salvo que en un grupo haya alguno de los miembros que tome la iniciativa, con planteamientos errados o acertados, aquello no progresa, aquello cuesta moverlo, pero la monitorización del alumno brilla por su ausencia.

No me voy a extender más, pero podría hacerlo hasta décadas. Basten estos comentarios para fundamentar lo que pretendo expresar: ser docente, tutelar el aprendizaje, exige un gran compromiso, trabajar y esforzarse mucho día tras día, tomárselo en serio y ser capaz de aportar valor. Esta es una responsabilidad que no puede ejercerse a dedicación parcial, que exige conducir y dejar hacer, reorientar, ayudar a asimilar, descubrir y desvelar, facilitar las adquisiciones, estar encima, reformular juicios y conclusiones, ayudar a pensar, organizar el trabajo de los educandos y actuar de paracaídas, pero también crear una conciencia de grupo en la comunidad, dotarla de instrumentos, normas y credos para hacer converger esfuerzos y adquisiciones.

Por mi experiencia creo que puedo asegurar que numerosos cuadros docentes figuran como tales sin habérselo ganado, pues ésta es una profesión para enseñar a ser libres y a gestionar el propio aprendizaje, no para dejar al libre albur de cada matriculado su tránsito por el aulario virtual.

© jvillalba