En el transcurso de mi carrera he tenido ocasión de asistir al derribo de numerosas ‘torres’, gigantes con pies de barro, al fin, como también he presenciado la edificación de profesionales, de novatos a competentes, que han sabido crecer y han terminado demostrando un estilo renovado, distinto, por el que se han distinguido. Lo diré también, no han sido los más.

Por suerte, tales observaciones me han hecho tener muy presente que la vida gira, gira y gira en espiral sin dejar de rotar y trasladarse, haciendo mudar ángulos y distancias, relativizando longitudes y latitudes… ampliando y encogiendo arcos y grados.

Decir Steve es decir Steve Jobs, una persona entre las pocas que lleva una treintena de años siendo un referente, dándonos ejemplo y apilando lecciones, con muchas de ellas, hoy, por desgracia, se les llena la boca a muchos en un afán de noticiar lo que no debería ser noticia: los valores que se nos olvidan, que hoy, de la mano de Steve, se nos recuerdan.

Pero también hoy un hombre singular nos deja, dictando en primera persona, una lección, la última, que se propaga por la Red en múltiples formatos y por doquier a través de todos los mecanismos de comunicación imaginables. Un tributo, también, de la sociedad global que se manifiesta al rebufo de líderes de opinión y de ciudadanos agradecidos –a los que me sumo- por una herencia generosa e imaginativa que ahora nos toca administrar con respeto y responsabilidad: un canto a la vida diaria, sencilla, pero comprometida.

La última lección de una persona no solo única y diferente, sino singular.

Podría decir que me da pena la marcha de Steve. Y es así. Pero prefiero aferrarme al significado de su marcha, que pone de relieve el carácter efímero, finito, no de nuestra existencia, pues Steve permanecerá en el imaginario colectivo y en nuestra memoria, sino de nuestra vida, sobre la que él tanto se preguntaba.

¿Qué he reaprendido hoy en la madrugada?

  • Que la vida de uno es una, solo una e  intransferible.
  • Que el estado de salud marca la diferencia en la vida.
  • Que vivir en presente pasa por aprender a vivirse en el propio tiempo.
  • Que la vida es vida cuando somos conscientes de dónde arraigan nuestras raíces.
  • Que el futuro es hoy; ni ayer lo fue ni mañana lo será: la vida se declina en presente de indicativo.
  • Que lo importante es lo que verdaderamente importa, lo que queda y permanece con uno cuando todo lo demás se esfuma y se desvanece.
  • Que no podemos permitirnos marchar con nuestros asuntos pendientes y sin resolver.
  • Que morir en paz supone desgastarse hasta dejarse la piel y el alma en vivir la vida.
  • Que vivir la vida está en lo próximo y en lo sencillo, en la placidez de saber que uno hace y está haciendo lo que tiene que hacer.
  • Que no podemos diluirnos sin habernos encontrado antes.
  • Que no se puede ser un profesional saludable sin haberse ganado una vida saludable.
  • Que el hombre nace desnudo y se viste entregando ropajes y pelajes abrigándose con sus dádivas.
  • Que nuestra misión en la vida es una y solo una, construirnos como personas día a día, y cada día un poco más, haciéndonos con los demás, aprendiendo, mimando nuestro ecosistema próximo y cercano, el natural, siendo útiles.

Quiero creer que Steve lo consiguió y marchó tranquilo.

Quiero creer que Steve vivió en su tiempo adelantándose a su tiempo.

Quiero creerme que quienes tenemos la convicción de que la riqueza reside en el valor singular de las personas estamos, como Steve, siguiendo los dictados de nuestro corazón.

Quiero creerme que estos principios me sirven para dirigir mi vida profesional y afrontar con convicción mi trabajo de cada día.

¡Buenos vientos te deseo, Navegante!

© jvillalba