Uno no puede estar a todo. A mí me pasa.
El viernes pasado me enteré de que estoy más cerca del sharismo de lo que habría podido pensar si alguien me hubiera espetado el calificativo. No tenía ni idea de su significado.
El día 27, La Vanguardia puso de actualidad un nuevo concepto, o no tan nuevo, publicando una entrevista de Isaac Mao, quien a primeros de mayo fue invitado por la UOC al Encuentro de Instituciones y Empresas Asociadas. El viernes, dicho artículo, contabilizaba más de 35.000 visitas y en los días precedentes ya había sido ampliamente difundido y comentado por la red mediante diferentes fórmulas; solo en twitter obtuvo 239 RT’s directos a su URL, mientras que el vídeo de Ivet Muñoz alcanzó 105 reproducciones.
Ya digo que uno no puede estar en todo, y uno tiene que aceptarlo aunque estemos hablando de un concepto acuñado en 2008. La buena noticia es que ha llegado, enriquece perspectivas y estamos hablando de ello. Al menos, intento sumarme a la conversación.
En lo que a mí respecta, siempre he tenido un posicionamiento claro en relación con las luchas de poder por colonizar espacios de la Red para extraer dinero de cualquier territorio que otrora fuera libre. Siempre me he puesto de parte del pensamiento que enunciara Tim Berners-Lee y me siento partidario de las licencias libres; para más INRI, me inspira confianza quienes se suman al concepto freeconomic.
No obstante, entiendo que la propiedad intectual, cuando es ‘intelectual’, está sujeta a un principio de creación y representa un nuevo valor, ha de estar regulada y protegida, pero al hilo de los tiempos, sobre la base de una legislación actual, al tenor de un justiprecio para los creadores y fuera del lucro arribista de intermediarios de parte y en demérito y empobrecimiento de la sociedad.
Por suerte, muchos internautas comparten libremente sus producciones y contribuyen activamente a crear valor, pero ahora, un simple término, Sharism, puede crear escuela apalancando el verbo en el sufijo y conformando un sustantivo de acción. Así se comporta la magia de las palabras: nombrar, poner nombre, dota de existencia.
Lo veníamos haciendo, pero en mi opinión el sharismo –si es que no lo interpreto mal- recupera los orígenes de la creación de la World Wide Web, su esencia, un escenario sujeto a la mixtura, un banco de remixes, la remasterización evolutiva de los contenidos, la conversación en espiral, el intercambio regenerativo, un proceso libre y voluntario expandido mediante contribuciones espontáneas; compartir para ganar, ése es el principio, el poder de la inteligencia colectiva.
© jvillalba
Ref.: UOC | http://isaacmao.com/ |@Isaac
3 comentarios
Comments feed for this article
1 junio 2011 a 1:07 pm
Julio Rodríguez Díaz
Hola Javier:
Interesante idea.
Me gusta el concepto del nuevo aprendizaje a través del sharing.
¿Se trata de un mentoring digital, global, 2.0?
Me gustaMe gusta
1 junio 2011 a 11:35 pm
jvillalba
Hola Julio_
Interpreto que no sería descabellado pensar que, ante un estímulo (¿pregunta?), la contribución colectiva (conocimiento) sustituyera la experiencia y sabiduría individuales, que supuestamente representa la figura del mentor, dando como resultado una referencia a la que atenerse que no deja de ser una orientación que permitiría encontrar soluciones o reconducirse.
No lo había pensado, pero algo así sucede en algunas redes verticales -me viene a la mente LinkedIn-: personas que buscan respuestas y colectivos de personas (profesionales) que ofrecen soluciones a las cuestiones planteadas en formato pregunta.
En determinadas fases, ¿no es verdad que el mentor aguarda el requerimiento del mentorizado para aconsejarle?
Saludos,
Me gustaMe gusta
1 junio 2011 a 11:37 pm
jvillalba
Muchas gracias por el RT a José Miguel Bolivar, Andrés Schuschny
Anais Rubió-Galván y Juan Valera.
Saludos cordiales,
Me gustaMe gusta