Si nos paramos a pensar que en los últimos años el concepto de marca ha venido cobrando una relevancia extraordinaria para todo tipo de organizaciones, empresas e instituciones, llegando incluso a comprometer la percepción que se tiene sobre ciudades y países, y reconociendo que también mediatiza la imagen de profesionales y personas en general, entonces nos explicamos la importancia que tiene para departamentos, secciones y áreas de empresa ganarse la favorable consideración de sus grupos de interés, pues no cabe duda de que la ‘mala prensa’ que internamente se tenga merma en extremo la capacidad de influencia de aquellos estamentos que merezcan el descrédito de sus públicos.
Es este un asunto –el de la imagen profesional que se despierte en unos y otros- de especial trascendencia, que afecta con más virulencia a las áreas de empresa con ascendencia funcional y cuya gran parte de su actividad se despliega con alcance transversal, como sucede en el caso de los departamentos de Recursos Humanos. Una función que requiere ganarse el respeto, tanto de la dirección -sin cuyo apoyo fracasaría- como del conjunto de las unidades organizativas con las que forzosamente tiene que contar y coordinarse, pero que también necesita resultar fiable para la totalidad de las personas que componen la plantilla de la empresa, destinatarios primeros y últimos de numerosas de sus intervenciones. Una función –la de personal- que tradicionalmente ha sido considerada por la mayoría de los trabajadores al servicio de los intereses de las empresas o de los empresarios y no tanto de las personas que conforman la plantilla de empleados. Una mala fama por la que se han ganado la denominación de recursos “inhumanos” con que algunos se refieren –a título informal- al departamento encargado de administrar el factor humano.
Pero también, desde la perspectiva de la dirección, dicho departamento -adopte la denominación que se le quiera dar en cada empresa (Administración de Personal, Relaciones Industriales, Relaciones Laborales, Relaciones Humanas, Recursos Humanos, Capital Humano, Dirección de personas o Administración del Talento)- no merece tanto crédito como otros ni tan alta consideración cuando en numerosos casos es patente que la Dirección de Personas no está integrada en los comités de dirección estratégica o cuando, como sucede habitualmente, son los primeros estamentos de la empresa en padecer recortes presupuestarios o cuando, como acontece en numerosas pymes, toda su actividad se reduce a la mera administración de personal, que muchas veces se externaliza, o, como también ocurre, ni tan siquiera existe la función. Hechos reveladores que hablan por sí mismos.
Que –en general y salvo excepciones- los departamentos de Recursos Humanos están en crisis es un hecho probado. Una crisis en la que subyacen malas prácticas como, entre otras, el desconocimiento de las expectativas de los trabajadores respecto de su papel, la falta de contacto con la plantilla y la consiguiente falta de visión sobre sus realidades, la burocratización excesiva de asuntos menores, el consumo a veces excesivo de esfuerzos para la puesta en escena de acciones que parecen desfasadas o inoportunas, la aplicación de técnicas anticuadas u obsoletas, el escaso o nulo aporte de valor percibido por los destinatarios de sus servicios, la utilización de un lenguaje grandilocuente o alejado del habla de los trabajadores y la comisión de otros desaciertos que rebajan su consideración.
Que la función que en las empresas tiene encomendada la misión de gestionar el factor humano tiene que reedificarse es, sin la menor duda, una necesidad notoria que pasa por preguntarse, esencialmente, a qué intereses sirve Recursos Humanos, cuáles son sus finalidades y cómo afronta sus intervenciones. Una cuestión que va más allá de orquestar campañas de marketing interno o de pretender involucrar a las personas en actividades que son pura distracción albergando el propósito de mejorar su imagen ante una audiencia que, a fuerza de sentirse decepcionada, le es adversa.
No son muchos los departamentos de Recursos Humanos que, conscientes de la importancia de la reputación, en tanto que principal condicionante de la capacidad de influencia, deciden afrontar un proceso de creación de marca como primer paso para su reedificación.
Sin embargo, para posicionarse internamente, me parece muy recomendable hacer valer la marca de Recursos Humanos, pero si no se tiene difícilmente se podrá transmitir con entusiasmo e invitar a adherirse a la misma. Recursos Humanos tiene, por tanto, que dotarse de una identidad propia en cada empresa. Tendrá que delimitar su razón de ser, posicionarse internamente, definir las finalidades que justifican su función, establecer su cartera de servicios e identificar los atributos de valor de cada uno de ellos, hacer valer el beneficio de sus intervenciones, identificar sus grupos de interés e interactuar con ellos, prestigiarse como proveedor de soluciones y, en definitiva, propiciar ocasiones para colonizar las mentes de sus ‘clientes’; estamentos, grupos y personas sobre los que su capacidad de influencia será clave para conseguir “gestionar el factor humano en favor de la productividad empresarial”. Al fin y a la postre, la buena o la mala fama de los departamentos de Recursos Humanos dependerá no tanto de las actividades que realicen, sino de cómo interpreten y, en consecuencia, hagan lo que tienen que hacer, que no es otra cosa que “poner a las personas en valor para acrecentar el valor de las empresas”. Y ello significa contribuir a crear las condiciones ambientales que coloquen a los trabajadores en la mejor situación para conseguir alcanzar con calidad los resultados de negocio, al tiempo que experimentan un crecimiento profesional y personal que dimana de su mismo quehacer laboral.
Tenemos un problema
Desde luego, no cabe duda de que en los últimos años la función de Recursos Humanos ha evolucionado sustancialmente. No solo por el aprovechamiento de las tecnologías de la información y de la comunicación, que, además de proporcionar registros e indicadores, han facilitado numerosos procesos de gestión de personas y han permitido la implantación de plataformas que también proporcionan, a la distancia de un clic, una suerte de servicios y autoservicios a los trabajadores; y no solo por el advenimiento de la web social, que ha posibilitado a las empresas avanzar en materia relacional, sino porque, a resultas de la toma de conciencia del micropoder ciudadano, también ha experimentado un enriquecimiento el concepto de usuario, cliente, consumidor y, por ende, el de persona; de manera que ahora hablamos de gestionar talentos, reparamos en la importancia de los trabajadores del conocimiento y cobra significado el concepto de grupo de interés interno frente a la vetusta equiparación de los “humanos” como recursos de plantilla.
Sin embargo, entre el decir y el hacer dista un abismo que acrecienta las distancias entre la función de personal y sus públicos cuando Recursos Humanos:
- No tiene claro a qué intereses sirve y opta por ceñirse, sin que medien otras consideraciones –ni profesionales, ni técnicas, ni éticas, ni sociales-, a las directrices de quien abona su nómina, limitándose, entonces, a ejercer de ‘correveidile’ de la dirección, en la falsa creencia de que su mejor servicio a la empresa es obedecer al que manda en vez de poner en valor su saber, su ciencia y su conciencia haciendo prevalecer su rol de consejero de la dirección, haciendo uso de su habilidad para influir con argumentos de peso en las decisiones que haya que tomar.
- Acaricia la expectativa de poder ‘distraer’ a empresa y trabajadores emulando tendencias, importando soluciones o disfrazando acciones en vez de adoptar una actitud de renovación integral auspiciada en las convicciones que definen su posicionamiento y que justifican su delicada misión: preservar el círculo virtuoso del compromiso, que es en esencia reciprocidad.
- No tiene la capacidad de ejercer como guardián y valedor de los valores de la organización, permanece quedo a la vista de inconsistencias o se hace partícipe de comportamientos organizativos contrarios y contradictorios con el discurso de empresa o presencia impávido incongruencias entre el decir y el hacer.
- Permite que se incumpla el contrato psicológico entre empresa y trabajadores dejando que se quiebre la promesa de lealtad de estos con el compromiso que aquella tenía de proporcionarles un sentimiento de progreso y seguridad en sus empleos.
- No acierta a trabajar en favor de la construcción del compromiso de las personas, que es lo mismo que decir que no es capaz de crear vínculos de identificación con los valores y los objetivos de la empresa, no aporta razones para la implicación de los trabajadores y no logra despertar en ellos un sentimiento de apego con la organización.
- No consigue hacer de la empresa una de las mejores empresas para trabajar.
- No logra que la cartera de servicios que presta a la organización se perciban como atractivos, útiles, deseables y necesarios para el mejor discurrir del día a día.
En resumen, tenemos un problema cuando Recursos Humanos no trabaja en positivo; es decir, alineando intereses empresariales, profesionales y personales en un contexto de confianza en el que los asuntos que conciernen a unos y otros se tratan estratégicamente, con pericia, diligencia, con moralidad, claridad y transparencia.
La marca, marca la diferencia
En conclusión, Recursos Humanos en positivo (RH+) es una fórmula que sintetiza el fundamento de una función empresarial que considera que las personas son el oxígeno que circula por las arterias de la empresa dotándola de vida. Un posicionamiento que pone en el centro de la organización a las personas, que precisa armarse de identidad y que, de hecho, una vez definida y puesta en práctica marcará la diferencia dejando que los hechos se superpongan a las palabras, única manera de recuperar la influencia y única fórmula para que, de facto, Recursos Humanos pueda liderar el objetivo de aprovechar con eficiencia el talento organizativo, sobre la base de la justa correspondencia.
Recursos Humanos no puede parapetarse al rebufo de una definición pretextada o importada, tan vacua como general o inespecífica. Tiene que reputarse internamente porque su imagen dependerá de sus hechos y su fortaleza será consecuencia de los logros aportados. Por tanto, ganarse la consideración del conjunto de la organización será el principal activo con el que se podrá capitalizar la importante misión de gestionar personas.
Una función que quedaría huérfana o diseminada a falta de una identidad y que requiere edificarse en cada empresa sobre el cimiento de una marca propia, peculiar, diferencial, con autoridad técnica y moral, pero en sintonía con la marca de empresa a la que sirve; entendiendo por servicio la facultad de inspirar, influir y estimular comportamientos tendentes a procurar los resultados del negocio en alineación con la moral y con los objetivos de la empresa en una dirección que a todos convenga y que permita conquistar las mejores cotas de desarrollo y bienestar.
Cuando las empresas se alían con las personas, las cosas que queremos que sucedan terminan sucediendo.
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Artículo publicado el 25 de octubre de 2016 en el blog «Negocios: La Revista«.
7 comentarios
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8 noviembre 2016 a 6:58 pm
jvillalba
Gracias por vuestra favorable acogida:
Juan Carlos Cubeiro, Teresa Samaniego, Human Age Institute, Eventelling.com, La Tienda de la Mesa, Lecciones Web, Pedro Valero, SH de México , Xose Alberte Cea, Paloma Perez Bravo, Ernesto R. Scardigno, Mar Pérez, Miwork CIMD, Aburra Valley Co., Iskra Suhirina G. Rugeles, prixline Formación para el Empleo, Felix, Berkanaluz, Carlos López Moreno & Adrián E. García Belmonte, needull, meatovmearov, Javier Erroz Carlos, Lucas Castillo Murcia, José Luis Mayordomo Herraiz y José Miguel Guadalfajara Diaz Tejeiro.
Saludos cordiales,
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9 noviembre 2016 a 6:52 pm
Pedro
Me parece excelente el análisis, pero el final: eso de construir esa nueva función sobre los cimientos de la Marca, me parece un tanto incongruente con el razonamiento previo: ¿no es la Marca,en todo caso, el producto o la consecuencia de la actuación positiva de Recursos Humanos?
Saludos.
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9 noviembre 2016 a 10:15 pm
jvillalba
Buena pregunta, Pedro. Agradezco tu comentario, pero te confieso que no veo la incongruencia.
Fíjate que termino diciendo que (la propia marca de RRHH) “… requiere edificarse en cada empresa sobre el cimiento de una marca propia (inspirada en la concepción que tengas sobre el significado de la función de RRHH en el contexto en el que se produce), peculiar, diferencial, con autoridad técnica y moral, pero en sintonía con la marca de empresa a la que sirve”, pues no tendría sentido alguno que RRHH vaya en una dirección y el concepto que la empresa tenga sobre la gestión de personas vaya en otra o sea diametralmente opuesta o se produzca en cualquier otra dirección divergente. El resultado sería imposible de gobernar. Fíjate también que apostillo una tesis orientativa para la construcción de la marca de RRHH: “Cuando las empresas se alían con las personas, las cosas que queremos que sucedan terminan sucediendo.”
La creación de una marca cualquiera (de empresa, personal o profesional o de un área específica, como puede ser RRHH) requiere inspiración, precisa dotarse de una visión, necesita ‘aterrizar’ su misión y ha de armarse de unos valores en relación con dicha visión y que permitan afrontar consistentemente la que se tiene por la misión que justifica su existencia. Y, además, tiene que tener claro el valor que aporta, ser capaz de realizarlo y conseguir que dicha contribución sea percibida.
El reto de RRHH para constituirse en una marca interna supone concebirla, definirla e ingeniárselas para introducirla en la organización, como algo inherente a la misma, buscando la concordancia y la coherencia con la marca de empresa, y conseguir que así sea percibida: como una función que suma y suma en la misma dirección. Si, como es mi caso, crees que lo que hay que hacer es “poner a las personas en el centro de la gestión”, con todo lo que eso significa, no podrás hacerlo si no te ganas la consideración de tus grupos de interés, incluido el apoyo de la dirección, y demuestras que hacerlo trae cuenta, es rentable, resulta más beneficioso que no hacerlo.
Cuestión distinta será que la marca que abandere el departamento de RRHH tendrá que revalidarse en el día a día y a base de hechos, mediante evidencias que pondrán de manifiesto que el discurso que sustenta dicha área se cumple y opera a favor de la marca de empresa, con cuyos objetivos necesariamente tiene que guardar sintonía.
Y, por otro lado, la imagen del departamento de RRHH será buena o mala, al tenor de sus actuaciones y de sus contribuciones o resultados, pero de su imagen o de su consideración interna a la creación de una marca con “personalidad” –y por ello diferencial- dista todavía y queda mucho por hacer para conseguirlo. Precísamente ese es el paso que sugiero dar: preguntarse cuáles son las fases para construirla y hacerlo; dotarse de una identidad que imprima un significado a la gestión de personas más allá del indeterminado Recursos Humanos.
Te reitero mi agradecimiento.
Saludos cordiales,
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9 noviembre 2016 a 11:18 pm
Pedro Luis Valero Valls
Hola Javier, agradecido por tu comentario.
Efectivamente, yo me refería a la misma frase que comentas y que copio a continuación:
«Una función que quedaría huérfana o diseminada a falta de una identidad y que requiere edificarse en cada empresa sobre el cimiento de una marca propia, peculiar, diferencial, con autoridad técnica y moral, pero en sintonía con la marca de empresa a la que sirve.»
Y claro, yo, al leer esta frase, por analogía, tal vez, con el noble oficio de la construcción, entiendo que aquello sobre lo que planteas construir esa función positiva de recursos humanos es la marca propia de RRHH; en sintonía con la de la empresa, por supuesto, pues es obvio que existe una dependencia jerárquica de ese departamento respecto de la dirección de la empresa; pero construir sobre algo, o basarse en algo, transmite la idea de que primero se debe crear ese algo, y que lo demás trae su consecuencia de ese algo; y, es en ese aspecto, en el que sigo viendo (supongo que por torpeza) una incongruencia con la idea de poner a las personas (sus principios, sus valores, sus necesidades y responsabilidades) en el centro de la empresa, pues, a mi juicio, lo que representa una marca personal, por más que, hoy, tantos se dediquen a «humanizar» su concepto, no es más que otra forma (edulcorada) de referirse a la imagen, la fachada, la parte visible, lo que comunicamos al exterior; lo cual es muy importante desde el punto de vista del marketing pero, en este caso concreto, en el de la construcción de una nueva función (positiva) de RRHH, se me antoja demasiado endeble cómo para construir sobre ello esa nueva función de RRHH.
Por lo demás, reitero mi absoluta coincidencia con tu planteamiento, así como con las ideas que viertes, con gran maestría, en este blog.
Un cordial saludo.
Pedro
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10 noviembre 2016 a 12:03 pm
jvillalba
Buenos días, Pedro:
Me agrada que me brindes la oportunidad de contrastar nuestras opiniones sobre este asunto tan interesante que planteas, en el que no te falta razón: “obras son amores y no buenas razones”. Actos, hechos, evidencias contundentes son los pilares que sustentan la reputación. Creo, por tanto, que no estamos tan distanciados.
Comentas: “… pero construir sobre algo, o basarse en algo, transmite la idea de que primero se debe crear ese algo, y que lo demás trae su consecuencia de ese algo…” En efecto, para construir primero hay que poner los cimientos que sustentarán el edificio. Y esos cimientos no son la marca de la empresa, sino el concepto de partida o la visión que tengas sobre el significado de la gestión de personas en las empresas y el valor que dicha función aporta en el contexto en el que se produce. Luego hay una primera fase de conceptualización, de elaboración, de materialización de una idea que hay que concretar operativamente, siendo capaces de imprimirle coherencia con en el contexto en el que se trabaja, que es donde radica la mayor dificultad y donde es imperativo conseguir transmitir (“vender”) internamente la idea.
Con franqueza, no encuentro la incongruencia entre abanderar un lema “equis” (como por ejemplo, “poner a las personas en el centro de la organización”; u otro) y buscar las maneras de conseguirlo –no con palabras, sino con políticas- demostrando que, cuando se hace, se mejoran los resultados, se consiguen los objetivos económicos de la empresa y se lubrica su maquinaria para la generación de riqueza (sostenible).
Esto es lo mismo que el debate “fondo – forma”. ¿Qué es más importante, la forma o el fondo? Creo que ambos. Marca y acción, acción y marca. No se trata de “edulcorar” imágenes o percepciones, es cuestión de tener una visión, elaborar unos principios, llevarlos a la acción y acreditarse en los hechos. Pero fíjate que lo importante del discurso de la marca (de RRHH) no es que “quede bonito”, sino que exige a los actores distinguirse por sus hechos. Es un asunto que compromete. Y compromete tanto que, por coherencia, puede que llegue el caso de que, si resultase imposible traducir a hechos ese discurso, quienes se encuentren impelidos a obrar en otra dirección, o a obrar cuan “perros de paja”, muy posiblemente, por ética profesional, tendrían que dimitir o marcharse o dejar sus confortables puestos en la organización. Con independencia de otras, la función de Recursos Humanos es ante todo compromiso. Compromiso con las personas, que es la manera de defender a la empresa. Y no al revés.
Creo que sin un discurso firme de marca (de RRHH) lo que se pone en riesgo es su gestión y estimo que lo que resulta “endeble” es su criterio rector para tomar decisiones, orientar acciones y acometer actividades dirigidas a un fin, que no es otro que aportar valor tangible, percibido, a las personas para aportar valor –tangible o intangible, pero medible- a la empresa.
Ya supongo que tienes presente que la visión conforma las actitudes y que estas orientan la conducta, determinan los actos. Y la visión de RRHH no se puede improvisar, no puede quedar al albur de los acontecimientos, no puede hacerse frente con una moral relajada ni con una visión prestada o importada. Hay que tenerla clara, muy clara. Y cuando la tienes clara la puedes transmitir, la puedes hacer valer, la puedes comunicar, la puedes exportar, la puedes “vender” (internamente). Y para eso hay que amarrarla a la realidad y necesitas representarla, que es lo mismo que dotarla de una imagen. Nombrarla. Sintetizarla en un principio (rector, inspirador). Lo cual supone que hay que tomarse un tiempo para definirla. Y si lo haces podrás poner en positivo los Recursos Humanos.
Aunque no nos conocemos personalmente, por tus comentarios tengo la certeza de que tienes muy clara tu visión sobre la gestión de personas.
Gracias por tu estimulante participación.
Cordialmente,
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11 noviembre 2016 a 11:18 am
Pedro
Entendido Javier: con esta explicaición ya no me resulta «endeble» tu propuesta, y, mucho menos incongruente.
En confianza, te confieso que por tu blog (que sigo con mucho interés) ya tenía clara cual era la explicación subyacente, pero paso muchas horas «navegando» en internet y estoy bastante cansado del concepto de Marca Personal: lo siento; parece como si de repende palabras como misión o valores hubieran relegadas del lenguaje, y la dichosa Marca igual sirve para un roto que para un descosido.
Pero lo bien cierto, a mi juicio, es que conviene recordar el origen de las palabras, y no despistarse respecto a su signifcado verdadero; y, en este sentido, la Marca viene del ámbito del marketing, cuyo cometido es (salvo que desde que acabé la carrera me haya perdido algo) «vender»; y a mi no me gusta nada «vender» en el ámbito de los RRHH, que le vamos a hacer.
Supongo que todo esto deriva de una comprensión mercantilista de las relaciones humanas, y asi nos va; yo trabajo en la Administración Pública donde, como supongo que sabes, no hay departamento de RRHH, y mucho menos de Personas; sólo existe «Personal» que es un ente administrativo encargado de confeccionar nóminas, y diligenciar todos tipo de asuntos burocráticos de los empleados públicos, pero, por lo que veo, y leo, a diario, en las empresas no están mucho mejor.
En todo caso, argadezco mucho tus comentarios que me resultan muy utiles para seguir aprendiendo en este compeljo mundo de los RRHH.
Saludos cordiales
Pedro
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11 noviembre 2016 a 2:31 pm
jvillalba
Comprendo tu exposición y los recelos que mencionas, Pedro, pues las palabras tienen más importancia de la que habitualmente las concedemos. Y debido a tanto abuso, tanto anglicismo, tanta etiqueta, tanto eufemismo y tanta palabrería biensonante terminamos pervirtiendo significados y significantes.
Y también estoy contigo en que media un abismo entre la concepción de lo que suponga gestionar el factor humano en las administraciones y en las empresas. De hecho he trabajado en el sector público. Primero en el departamento de personal de una empresa nacional del sector industrial y luego en la plantilla de personal de un organismo de servicios, adscrito a la función pública; incluso después, tuve ocasión de desarrollar diferentes proyectos de Recursos Humanos para clientes sujetos a la Ley de Contrataciones del Estado. Por lo que no me cabe duda de que nos encontramos ante dos entornos bien diferenciados.
Muchas gracias a ti, Pedro, por tan sabrosas aportaciones que, no lo dudes, representan un estímulo valioso.
Y hasta cuando quieras. Ha sido un placer “charlar” contigo.
Saludos cordiales,
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