En una reunión de empresa, con motivo de la defensa de la primacía estratégica del factor humano en la que ya se denomina Human Age un directivo, admitiendo que la respuesta es muy difícil, me pregunta:

“¿El problema de que la comunicación y la inspiración no fluyan en las organizaciones crees que está en los directivos que gestionan personas o en las personas?” –para añadir de inmediato que- “Mi punto de vista se basa en la iniciativa individual para que las cosas salgan adelante. La inspiración es más difícil de lograr, pero creo que también parte de uno mismo”.

Baraja dos conceptos que le parecen claves para el óptimo funcionamiento de las organizaciones: la iniciativa, “la colectiva para que los equipos funcionen y la individual para que las cosas salgan  adelante”, y el sentido emprendedor entendido por él como “saber salir adelante por uno mismo con inspiración”, condiciones ambas a exigir en los trabajadores para que las empresas funcionen como tienen que funcionar.

Prosigue sin interrupción dejando claro que no está interesado en la respuesta. “Pienso que en las organizaciones las personas se quejan mucho y se inspiran poco por si mismas”.

E insiste regando con una mirada inquisitiva a los reunidos. “La solución está en cada uno de nosotros, dentro de los equipos; y el que no piense así no está contribuyendo”.

Sobra decir que en este punto se dio por concluida la reunión.

No sé si con los años crece nuestro escepticismo o si nos volvemos más exigentes. O si, debido a nuestras experiencias, vamos mudando pensamientos o deseos sobre la base del principio de realidad cuando nos damos de bruces con la naturaleza humana; o más correctamente, con la pasta de algunos seres humanos. Admito, por supuesto a estas alturas, que distingo entre lo que quisiera que fuera y lo que constato que es.

Quiero decir que una cuestión es la ideología subyacente en numerosas obras, alentadas al rebufo de la industria del management, y otra muy distinta la realidad con la que nos encontramos todos los días en nuestros lugares de trabajo.

Dichas obras formulan modelos, que descansan en ciertas tesis. Tesis que, en su mayoría, a lo sumo podemos adoptar como hipótesis y que en numerosas realidades se incumplen. Si ya el principio no se cumple en tiempos de bonanza económica, dígame usted qué podemos esperar del resultado en tiempos de recesión.

La pingüe industria referida predica una cosmología muchas veces fuera de la realidad diaria de multitud de trabajadores y las más de las veces fuera de su alcance. Términos como liderazgo, trabajo en equipo, alto rendimiento, participación, aporte de valor, escucha, comunicación, respeto, logro, motivación, conciliación, transparencia, confianza y otros son conceptos relacionales cuya administración se gestiona transaccional y transversalmente requiriendo un ambiente propicio, empatía, generosidad y una coherencia organizativa alineada en una convergencia de estilos de gestión.

De poco sirve dirigir un equipo de conformidad con determinados principios si éstos no encuentran correlato en el sustrato organizativo. Así, el personalismo podrá imperar localmente en ciertos sectores o núcleos de la organización, pero su efecto se disipa al igual que el calor se pierde cuando no se dispone de un eficiente sistema de aislamiento.

Pero también el efecto de la fagocitosis, o si se prefiere la presión organizativa, afecta al conjunto de los individuos. En virtud de lo cual hay quienes quieren hacer y no pueden hacer; simplemente porque “no es lo que se lleva aquí”.

Pensar que el trabajador por si solo, inspirado en su iniciativa y espoleado por su propia inspiración puede acometer cambios rotundos o significativos es poco menos que hacer valer la mística de la heroicidad, pedir el sacrificio del héroe, cuando no es un indicio de soberbia y manipulación.

Una cosa es el impulso creativo, tener iniciativa y actuar, ser capaz de asumir riesgos y exponerse a triunfar -o a aprender- para innovar y otra muy distinta nadar contracorriente, oponerse abiertamente, llevar la contraria y desentonar, una fórmula eficaz –como algunos saben- para no conservar el puesto de trabajo.

© jvillalba

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