El cien por cien de los problemas entre las personas tiene su origen en la comunicación; es decir, en la mala comunicación o, incluso, en la incomunicación.
Esta afirmación es sospechosa por lo universal, pero posiblemente no sea tan errática como pudiera indicar una construcción tan general. Pensemos por un momento, ¿tendrían que ser las relaciones humanas en las empresas ‘cosa’ distinta de lo que son las relaciones humanas en la vida cotidiana?
La base de toda relación entre las personas es la comunicación en sus diferentes manifestaciones, desde la palabra hasta los gestos pasando por los actos y las evoluciones de los cuerpos traducidas en comportamientos. Siempre, cuando somos actores en un acontecimiento, somos nosotros mismos los que, en nuestra mismidad, nos manifestamos como somos. Somos –cada uno de nosotros- las mismas personas que ejercemos un papel u otro, pues allá donde vayamos, o en donde estemos, nos llevamos con nosotros mismos y no a otro. Estemos donde estemos somos el mismo sujeto con su misma personalidad, la misma persona con sus afectos y defectos, el mismo individuo con los mismos temores, dentro y fuera, con las mismas pasiones, dentro y fuera, con las mismas ansiedades, dentro y fuera, con las mismas aspiraciones, dentro y fuera. ¿O es que usted deja de ser quien es o quien sea según sea la situación en la que se encuentre?
Lo que si que varía son los grados de confianza que tenemos en unos y en otros. No confiamos por igual en todas las personas con quienes compartimos vida o situaciones. Tendremos confianza, o no, en nosotros mismos, pero es un hecho cierto que ni intimamos ni tenemos la misma familiaridad o cercanía o complicidad con todos aquellos que nos relacionamos a diario.
Unas personas nos despiertan más confianza que otras; algunas otras, incluso, desconfianza. Con quienes nos confiamos nos sentimos cómodos y a gusto; nos comunicamos. Nos sentimos libres y aceptados, nos mostramos naturales. De quienes desconfiamos huimos; anteponemos una barrera, la reserva; nos distanciamos de ellos, preferimos quedar al margen. Limitamos nuestro intercambio comunicacional con ellos.
Confiar en alguien no es más que tener la certeza de ese alguien nos admite, nos respeta, se interesa honestamente por nosotros y nos corresponde con la misma confianza y naturalidad. La confianza nos pone en el camino de la predicción, nos permite anticipar que la respuesta del otro será de aceptación y no de rechazo, aunque nos informe de su desacuerdo, nos posibilita tener la certeza de que dicho alguien no nos traicionará a la primera o no nos reprochará torticeramente o no se aprovechará de nosotros para vejarnos, herirnos o tomarse la revancha o el desquite.
La confianza nos lleva al respeto mutuo, a la transparencia; mientras que la desconfianza descansa en la decepción, en el daño que supone la traición o el aprovechamiento o la denostación o la reprensión o el libelo o el vituperio o el reproche o el silencio sin más palabra, aclaración o justificación. La desconfianza nos deposita en el desinterés, alimenta nuestra paranoia y nos conduce a la Interpretación fabulada, al desánimo, a la falta de escucha, a la desvinculación. Sépase que incriminar, en la vida diaria o en la empresa, no es ni la manera de hacer perdurable la confianza ni fuente de objetividad para dirimir un conflicto; como tampoco representa un indicio de cordialidad en el otro para confiar en él.
Las relaciones humanas, o entre las personas, son asunto harto sensible y delicado que requiere exquisitez de trato, pulcritud y escrupulosidad. Léase respeto e interés. Tomarse a la ligera lo que se dice o lo que se hace es restarle mimo a la relación, depreciar a la persona y correr el riesgo de profanar tan sagrada relación.
Construir la confianza es obra faraónica que lleva años edificar sobre hechos y constataciones, una acreditación que te pueden conceder o no, dependerá de la escucha y de la objetividad del otro o de los otros; pero lo que no ofrece duda es que la confianza es una pirámide de papel de arroz y junco que arrasan insultos, menosprecios, recriminaciones, vejaciones, reproches. Una singular y frágil construcción que sucumbe a la prepotencia, que derruye la mala comunicación, que dinamita la incomunicación.
Los problemas devienen porque no nos entendemos; la falta de entendimiento es el origen del conflicto. No se trata de estar de acuerdo ni en todo ni en parte, sino de hablarse y de escucharse, de respetarse y de admitirse, de ser claros y transparentes, no de hacer prevalecer una idea, sino de exponerla, explicarla, aclararla, lo que equivale a mostrar interés, a interesarse, a declarar el respeto, a ganarse el acuerdo en el desacuerdo. Significa, al contrario que imponer o imponerse, dejar en libertad al otro para que modifique o no su comportamiento sobre la base de la información recibida.
Los problemas entre las personas, la mayor parte de los problemas en las empresas, tiene su origen en la comunicación, en la mala o deficitaria comunicación, en el silencio administrativo, en los discursos burlescos, en las relaciones desiguales, en la mala gestión de la autoridad que también propicia relaciones asimétricas entre iguales amparadas en supuestos de fuerza que dan al traste con al legítima comunicación.
Destruida la confianza, desacreditada la comunicación, recuperar el entendimiento es verdaderamente difícil por no decir imposible. Exige un cambio drástico de actitudes, significa cambiar el estilo de las comunicaciones -empezando por las oficiales-, requiere una dosis extrema de generosidad por parte de hablantes y escuchantes, supone modificar la orientación directiva, amplificar la escucha, asimilar las informaciones, demostrar que se ha escuchado y obrar dignificando el valor y el papel de las personas, tanto de unas como de otras, tanto de las que dirigen como de las que son dirigidas.
Si se quiere invertir esta situación, alguien ha de dar el primer paso, alguien ha de persistir en el intento para transmitir certeza, alguien ha de romper con lo anterior, alguien ha de empeñarse en recuperar la comunicación como fuente de confianza. ¿A quién creen que le corresponde ese papel en las organizaciones?
© jvillalba
16 comentarios
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17 septiembre 2012 a 12:25 pm
Juanma
Totalmente de acuerdo con enfocar los problemas humanos desde una perspectiva comunicacional.
Con lo que no estoy tan de acuerdo es con que seamos «el mismo sujeto con la misma personalidad» independientemente del contexto en el que nos encontremos (por ej. laboral vs personal).
Continuamente asumimos roles en los distintos sistemas de los que formamos parte (empresa, familia, iguales…) incluso dentro de un mismo sistema (empresa) asumimos roles distintos según el subsistema en el que nos encontremos (por ej. con compañeros de trabajo, subordinados o jefes).
Cada rol que asumimos conlleva un modo de proceder-actuar y una manera de comunicar intimamente ligado a un conjunto de valores y creencias que determinan nuestro comportamiento pero que al mismo tiempo tambien son influidos por nuestras acciones. De ahí que no sea partidario de una concepción de la personaliadd como algo estable independientemente del contexto sino más bien como algo en continua revisión.
Un saludo.
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17 septiembre 2012 a 2:15 pm
jvillalba
Muchas gracias, Juanma, por tan interesante comentario que me da pié a abundar en mi tesis.
Primero quiero dejar claro que suscribo al cien por cien tus argumentos y que me parece que lo que tú y yo sostenemos (asunción de diferentes roles, comportamientos diferentes y diferenciados según circunstancias y ecosistemas, modos de ser o de manifestarnos…) no se opone a mi tesis, pues -como sabes- siempre somos nosotros mismos la base de nuestro actuar, somos nosotros los que sentimos y reaccionamos, o por iniciativa propia o a resultas de algún estímulo, motivo, presión o condicionante exterior.
Siempre actuamos de conformidad con nuestro repertorio de conductas -el que sea que tengamos-, o eligiendo o reaccionando sobre la base de nuestro fondo de recursos personales; lo que es posible porque somos lo que somos: poliédricos, con un amplia colección de conductas, con una rica personalidad, única y diferencial, la nuestra, cargada de matices y repleta de resortes que acomodamos a las circunstancias, según sintamos, según nos sintamos, según decidamos pronunciarnos o manifestarnos.
Cuando me refiero a «la misma personalidad» no estoy pretendiendo dar a entender con ello que postule que la personalidad se reduce a una única, reiterada y monolítica capacidad de respuesta inconmovible, machacona, rígida, monocorde, inflexible…
¡Al contrario! Todos sabemos que nuestra personalidad tiene innumerables planos y matices, es polifacética, tiene multitud de caras… lo que no se opone al argumento principal: en tanto que actores, siempre somos nosotros mismos, con nuestra riqueza, quienes actuamos de conformidad con un amplio catálogo de conductas, eligiendo para cada ocasión la que mejor se adapta a nuestras intenciones o intereses y también, aunque con menor control, somos reactivos y proyectamos lo que tenemos en nosotros o nos provoca el papel en el que nos encontramos.
Nuestra colección de respuestas será mayor o menor, más sofisticada o menos refinada, más espontánea o premeditada, pero, sea la que sea, y a la postre, son los mimbres que tenemos y con los que edificamos nuestro comportamiento. No en vano el juicio pronóstico sobre cualquier candidato en un proceso de selección profesional se basa en parte en ello.
En todo contexto somos nosotros y lo que somos; cuestión distinta -como bien sabéis en Árach- será el papel que juguemos, como nos presentemos, reaccionemos o evolucionemos. Por ello no dejamos de ser quienes somos.
Saludos cordiales,
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17 septiembre 2012 a 4:28 pm
Juanma
Gracias por la aclaración Javier. Saludos.
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17 septiembre 2012 a 4:54 pm
jvillalba
Gracias a ti, Juanma; una aportación muy oportuna.
Saludos cordiales,
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17 septiembre 2012 a 10:00 pm
Maximiliano A. Bilella
Javier, muy interesante tu artículo. Coincido en que la confianza es difícil de trabajar y de lograr, igualmente resulta necesario hacerlo ya que constituye la base del entendimiento de la organización con las personas.
Entendiendo que la confianza crea valor para la institución, gran parte de nuestra labor debe estar dirigida a establecer y mantener relaciones de confianza con los públicos.
Saludos.
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17 septiembre 2012 a 10:39 pm
Cristina Mayordomo
Javier. Pero si ya lo sabes, para que lo preguntas? Si es para reafirmarte en tu teoría estoy de acuerdo.
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19 septiembre 2012 a 12:40 pm
jvillalba
Tienes mucha razón, Maximiliano. Comparto tu punto de vista. Gracias por exponerlo.
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19 septiembre 2012 a 1:08 pm
jvillalba
Hola Cris: me agrada que compartamos visión.
Te lo diré. Es una simple pregunta retórica, un recurso para subrayar la afirmación que formulo sin ánimo de respuesta (me refiero a la interrogatio), pero que también admite abundar y precisar en la tesis (me refiero al quaesitum), circunstancia que daría pié a observar que si bien «es cierto que la primera y última responsabilidad corresponde a quienes mandan, no lo es menos que tal acción -como cualquier otra-, para avivarse, mantenerse y evolucionar requiere correspondencia por parte de quienes son mandados». Donde no hay correspondencia hay desequilibrio; cuestión distinta es la asimetría relacional.
Ya me conoces, Cris, sabes que me gusta jugar con las palabras. Por cierto, empleas muy bien el mismo recurso en tu comentario. Admiro tu sentido del humor 🙂 Un abrazo,
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19 septiembre 2012 a 1:57 pm
jvillalba
Muchas gracias a Sandra, A Pérez, Raquel Pon, Olga Núñez, Salvador Fuentes, Borja Burguillos, José Miguel Bolivar, Javier M. Lahidalga, Josep Carmona Coca, Mujeres Consejeras, Maycu, D. V. S., Carlota Urtasun y a José Abdon Rodrigo A. por la difusión. Saludos cordiales,
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26 septiembre 2012 a 11:26 pm
jlmayordomo
Reblogged this on En busca de nuevos Paradigmas and commented:
Brillante exposición sobre la comunicación….y la incomunicación
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27 septiembre 2012 a 8:38 am
jvillalba
Muchas gracias, José Luis, por enlazarme en tan sugerente sitio (En busca de nuevos paradigmas); por el que te felicito.
Un abrazo,
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30 octubre 2012 a 12:38 pm
Jesús
Uff’¡ Me gusta cómo queda escrito y de verdad creo que es profundo, pero disiento en unas cuantas cosas. Para empezar aunque la definición de confianza pudiera ser la que subjetivamente piensa la mayoría objetivando tu exposición, la historia me ha enseñado a relativizar la suma de las opiniones para darla sin más como buenas.
Con esto quiero decir que la confianza es lo que cada cual entienda como tal. Me explicaré.Mi baremo de confianza no es el mismo dependiendo de con quien me relacione, si es un familiar muy cercano, un amigo, conocido o compañero de trabajo, y qué decir de si además añado el entorno y demás aditivos.
Para mí la confianza no se basa únicamente desde luego en la comunicación o no, para mí es casi un sentimiento que a veces no tiene explicación verbal, sólo inmaterial. Quién no ha desconfiado de alguien a simple vista, sin entrar en definir comunicaciones del tipo no verbal, por el simple hecho de su aspecto o incluso de nuestra quimica propia diaria y al contrario.
Nunca me levanto igual, lo que hoy me hace desconfiar mañana lo veré de forma más condescendiente…o no.
Como sin duda manifiestas al final de tu magnífica exposición, la confianza es una mariposa en sus últimos días, frágil, liviana, insegura y limitada.
En confianza, me ha encantado leer y discrepar, pero sin duda lo mejor es saber de vos
Fuerte abrazo
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2 noviembre 2012 a 9:42 am
jvillalba
Buenos días, Jesús_
Agradezco tus comentarios y me agrada encontrarte por aquí, lo que me da ocasión de compartir contigo alguna que otra reflexión.
Aportaré una idea más a debate: confiar en alguien es depositar, en algún grado, tu intimidad en el otro. El grado lo decides tú, muy posiblemente por la percepción que tengas del otro. Así visto, confianza y confidencia van de la mano.
Dices que “Mi baremo de confianza no es el mismo dependiendo de con quien me relacione…”. Aunque aportas numerosos matices sobre los que me gustaría charlar, no veo la discrepancia, pues, como dije en el escrito “Lo que si que varía son los grados de confianza que tenemos en unos y en otros”.
Aunque no sentencié que la confianza se base únicamente en la comunicación (afirmé que “Los problemas devienen porque no nos entendemos…”), añadiré ahora que comunicarse es interactuar y significa entablar relación en cualquiera de sus modos; la comunicación no solo es interacción verbal. En realidad –así lo pienso- “todo es comunicación”, un juego de expresividad y percepciones por el que nos vincularnos o relacionamos, aunque solo sea a instancia nuestra.
Un abrazo,
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13 noviembre 2012 a 1:25 pm
» Hablemos de confianza
[…] Brillante exposición sobre la comunicación….y la incomunicación en el blog de Javier Villalba. Te invito a leer este interesante artículo. Leer más… […]
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14 noviembre 2012 a 8:38 am
jvillalba
Gracias, José Luis, por tu nuevo pingback en tu renovado sitio dedicado, a la «Comunicación y Social Media para mediadores de Seguros».
Un abrazo,
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21 agosto 2017 a 9:42 pm
Hablemos de confianza | Comunicación Estratégica
[…] a través de Hablemos de confianza — Caminante […]
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