En estos espacios, más que de lo que uno diga, opine, comente o deje escrito, el valor deviene de aquellos que transforman dichas notas o participaciones en interacción.
A partir de ahí, el autoaprendizaje es exclusivamente autónomo y descansa sobre las espaldas de quienes reelaboran los contenidos, relacionándolos y posicionándose al respecto, dándoles incluso un giro, reformulándolos o reconstruyéndolos con otro enfoque; sin ese esfuerzo, habrá notas, datos, información… meras intervenciones y propuestas para debates, pero eso no hace la ‘transformación’ y en consecuencia no habrá aprendizaje alguno. El aprendizaje lo hace posible cada uno con su esfuerzo.
Aprovecho para seguir sugiriendo (en cuanto que tengo ocasión, la aprovecho) para recomendar a quienes se ocupen de la formación y desarrollo en la empresa que empiecen a hablar más de aprendizaje y menos de formación, lo que también significa variar de perspectiva, rediseñar los tradicionales planes, recrear nuevas condiciones e idear nuevos programas en los que, en efecto, se pueda evaluar y medir el aprendizaje adquirido.
Esto es aportar valor, incrementar el nivel competencial y empezar a gestionar algunos activos intangibles. Lo otro es auto engañarse.
© jvillalba
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